REVOLUCION CIENTÍFICA
“... el tiempo, el espacio, la masa, todos esos términos que hoy imaginamos que re-presentan entidades eminentemente concretas, no son más que una compleja construcción mental absolutamente abstracta, cuya única ‘concretud’ reside en que estamos acostumbrados a los relojes, los metros y las balanzas, y hemos olvidado su origen.” (Najmanovich, El lenguaje de los vínculos. pp. 46-47)
La revolución científica tiene lugar en el período que va desde el Renacimiento (s. XVI) a la Ilustración (s. XVIII). Un momento fundamental fue cuando Copérnico publica su libro Sobre las revoluciones de los cuerpos celestes (1543) donde sugiere la hipótesis heliocéntrica. Kepler y Galileo defendieron públicamente y perfeccionaron la hipótesis de Copérnico, lo cual le costó a Galileo el ser procesado por Inquisición. Sus logros fueron sintetizados por Newton en la ley de gravitación universal
La revolución científica fue un largo proceso creativo que supuso una transformación profunda en nuestra imagen del Universo.
“El nacimiento de la ciencia moderna fue precedido y acompañado por una evolución del pensamiento filosófico que llevó a una formulación extrema del dualismo espíritu-materia. Esta formulación apareció en el siglo XVII en la filosofía de René Descartes, quien basó su visión de la naturaleza en una división fundamental, en dos reinos separados e independientes: el de la mente (res cogitans) y el de la materia (res extensa). Esta división cartesiana permitió a los científicos tratar a la materia como algo muerto y totalmente separado de ellos mismos, considerando al mundo material corno una multitud de objetos diferentes, ensamblados entre sí para formar una máquina enorme. Esta visión mecanicista del mundo la mantuvo también Isaac Newton, quien construyó su mecánica sobre esta base y la convirtió en los cimientos de la física clásica. Desde la segunda mitad del siglo XVII hasta finales del siglo XIX, el modelo mecanicista newtoniano del universo dominó todo el pensamiento científico. Fue paralelo a la imagen de un dios monárquico, que gobernaba el mundo desde arriba, imponiendo en él su divina ley. Así, las leyes de la naturaleza investigadas por los científicos fueron consideradas como las leyes de Dios, invariables y eternas, a las que el mundo se hallaba sometido.”
(Capra Fritjof – “El tao de la física”. Ed. Sirio. Málaga. 2000)
Entre los siglos XVI y XVIII, Europa fue protagonista de un conjunto de transformaciones entrelazadas entre sí. Transformaciones económicas, sociales, políticas, y también la concepción del mundo. Estos cambios en el pensamiento se sustentaron en el avance de la razón como método privilegiado en la búsqueda del conocimiento. El progreso y la utilidad del conocimiento se convirtieron en los pilares sobre los cuales los intelectuales desarrollaron sus actividades. Descartes señaló en el Discurso del método, lo siguiente: “ ... es posible conseguir conocimientos que sean muy útiles para la vida ... conociendo la fuerza y las acciones del fuego, del agua, del aire, los astros y todos los demás que nos rodean, tan directamente como conocemos los diversos oficios de nuestros artesanos ... seríamos dueños y señores de la naturaleza.”
Los principios en los que se basó esta Revolución Científica fueron los siguientes:
· investigación a través de un método (observación, experimentación, razonamiento)
· la naturaleza está sometida a leyes.
· Todo debe ser sometido al razonamiento. La autoridad (política y religiosa) no es fuente de verdad.
Copérnico (1473 –1543) – teoría heliocéntrica.
Galilei (1564-1642) – comienza a utilizar un método de investigación.
- perfeccionó el telescopio.
- realizó actividades de observación vinculadas a la Astronomía y a la Fisca.
Newton (1642-1727) – Realizó una interpretación mecanicista de los fenómenos físicos, elaborando leyes.
Descartes (1596-1650) – Consideraba que el Universo estaba regido por leyes.
- la duda como método.
- Separa el mundo espiritual del físico
“... la modelización matemática del mundo, basada en la relevancia otorgada a los procedimientos de cuantificación exacta y rigurosa de la nueva mentalidad mercantil, privilegió la comparación con un patrón externo y al proceso se le otorgó el pomposo nombre de ‘procedimiento objetivo’. Las nociones abstractas de tiempo y espacio se ‘naturalizaron’ merced a nuevos modos de representación y se volvieron objetivas para todos aquellos que no conocían su origen.”
(Najmanovich, “El lenguaje de los vínculos”. p. 46)
“Desde el punto de vista social se impuso una confianza ilimitada en los poderes de la razón y en que la ciencia impulsaría el progreso permanente, si los seres humanos se mostraran capaces de dominar sus sentimientos y disciplinar su accionar detrás de los dictados de la razón. A su vez, el hombre se pensaba radicalmente separado de la naturaleza: observador y observado eran términos rigurosamente separados. En un universo domesticado de esencias estables, de procesos reversibles, de leyes universales, reglado y predictible en el que el hombre se concebía separado de la naturaleza, se sentía ajeno, creía poder observar desde una perspectiva exterior independiente y arrancar al mundo-objeto sus secretos para dominarlo a su arbitrio, sólo un proyecto era posible : conocer para dominar.” (Najmanovich, El lenguaje de los vínculos. p. 53)
“Tras los grandes disturbios políticos y religiosos de los cien años anteriores, la segunda mitad del siglo XVII fue un período de relativa calma y creciente prosperidad. Constantemente hubo plagas y guerras, pero sorprendentemente, produjeron escaso efecto en el trabajo de los científicos. Las rivalidades nacionales no lo dificultaron seriamente, como tampoco impidieron su libertad de movimientos y de comunicación. Se trataba de una época de edificación consciente de la civilización -...- y los científicos fueron honrados y reconocidos como parte de una común república de las letras. Los gobiernos y las clases dominantes de los países avanzados tenían algunos intereses comunes en el comercio y la navegación, así como en las mejoras en la agricultura y las manufacturas. Ese interés constituyó la fuerza motriz para las conquistas culminantes de la tercera fase de la Revolución Científica ...”
(Bernal, John – Historia social de la ciencia. Tomo 1 – Ed. Península. Barcelona, 1967. p. 342)
“Descartes aplicó después el método de las ecuaciones matemáticas para demostrar que debía existir un mundo independiente de nuestros sentidos, y que este mundo debía asentarse en principios matemáticos. Su invención de las coordenadas multidimensionales (los ejes cartesianos utilizados en los gráficos y en las cartas de navegación) permitía describir la forma y la posición de cualquier objeto en términos matemáticos; asimismo, predijo que el movimiento también estaba sujeto a leyes de la física, que se podían codificar utilizando las matemáticas. Además de permitir describir el mundo en términos matemáticos, el trabajo de Descartes planteó la asombrosa posibilidad de que el comportamiento futuro del mundo pudiera anticiparse con precisión. Resultaba posible superar los azares de la naturaleza y, dado en determinado esfuerzo racional, todo podía encajarse en un inmenso engranaje universal. Causa y efecto resultaban del todo predecibles y estabas abiertos al análisis racional humano.
Mientras trabajaba en su yo solitario, que sólo sabe que existe porque piensa. Descartes situó la mente del individuo (por cierto, bastante separada del cuerpo humano en el que se encontraba contenida) en el centro de todo. El hombre, en su calidad de único ser racional, constituía la creación suprema de Dios, de manera que el individuo autocontemplativo de Montaigne se había convertido, a manos de Descartes, en el foco de la investigación humana. No existían fuerzas oscuras que dictaran el curso de su existencia; la vida humana consistía en una serie de acciones y consecuencias que la mente racional podía predecir y controlar.
Aunque todavía existía la posibilidad de afirmar que Dios había ordenado las leyes físicas que regían la naturaleza, el trabajo de Descartes significaba que el funcionamiento del mundo se parecía a un gigantesco y complicado engranaje de relojería. La metáfora no era accidental. El reloj ilustraba de un modo poderoso el ingenio humano y su superioridad sobre la naturaleza; al fin y al cabo, medía el tiempo con precisión, comparado con los caprichos estacionales del reloj del sol, y podía perfeccionarse mucho más. Este tipo de pensamiento matemático y mecánico se podía trasladar a otros aspectos de la vida. El dinero, por ejemplo, consistía en un sistema numérico que permitía calcular el valor de un hombre y, a medida que la economía monetaria se extendía por toda Europa, las personas empezaron a pensar sí mismas como productores y compradores, como unidades económicas en lugar de seres espirituales. A la inversa, empezaron a perder su sentido de afecto espiritual y empatía hacia el mundo natural.” (Osborne - "Civilización” Ed. Crítica. pp.321, 322)
“... el tiempo, el espacio, la masa, todos esos términos que hoy imaginamos que re-presentan entidades eminentemente concretas, no son más que una compleja construcción mental absolutamente abstracta, cuya única ‘concretud’ reside en que estamos acostumbrados a los relojes, los metros y las balanzas, y hemos olvidado su origen.” (Najmanovich, El lenguaje de los vínculos. pp. 46-47)
La revolución científica tiene lugar en el período que va desde el Renacimiento (s. XVI) a la Ilustración (s. XVIII). Un momento fundamental fue cuando Copérnico publica su libro Sobre las revoluciones de los cuerpos celestes (1543) donde sugiere la hipótesis heliocéntrica. Kepler y Galileo defendieron públicamente y perfeccionaron la hipótesis de Copérnico, lo cual le costó a Galileo el ser procesado por Inquisición. Sus logros fueron sintetizados por Newton en la ley de gravitación universal
La revolución científica fue un largo proceso creativo que supuso una transformación profunda en nuestra imagen del Universo.
“El nacimiento de la ciencia moderna fue precedido y acompañado por una evolución del pensamiento filosófico que llevó a una formulación extrema del dualismo espíritu-materia. Esta formulación apareció en el siglo XVII en la filosofía de René Descartes, quien basó su visión de la naturaleza en una división fundamental, en dos reinos separados e independientes: el de la mente (res cogitans) y el de la materia (res extensa). Esta división cartesiana permitió a los científicos tratar a la materia como algo muerto y totalmente separado de ellos mismos, considerando al mundo material corno una multitud de objetos diferentes, ensamblados entre sí para formar una máquina enorme. Esta visión mecanicista del mundo la mantuvo también Isaac Newton, quien construyó su mecánica sobre esta base y la convirtió en los cimientos de la física clásica. Desde la segunda mitad del siglo XVII hasta finales del siglo XIX, el modelo mecanicista newtoniano del universo dominó todo el pensamiento científico. Fue paralelo a la imagen de un dios monárquico, que gobernaba el mundo desde arriba, imponiendo en él su divina ley. Así, las leyes de la naturaleza investigadas por los científicos fueron consideradas como las leyes de Dios, invariables y eternas, a las que el mundo se hallaba sometido.”
(Capra Fritjof – “El tao de la física”. Ed. Sirio. Málaga. 2000)
Entre los siglos XVI y XVIII, Europa fue protagonista de un conjunto de transformaciones entrelazadas entre sí. Transformaciones económicas, sociales, políticas, y también la concepción del mundo. Estos cambios en el pensamiento se sustentaron en el avance de la razón como método privilegiado en la búsqueda del conocimiento. El progreso y la utilidad del conocimiento se convirtieron en los pilares sobre los cuales los intelectuales desarrollaron sus actividades. Descartes señaló en el Discurso del método, lo siguiente: “ ... es posible conseguir conocimientos que sean muy útiles para la vida ... conociendo la fuerza y las acciones del fuego, del agua, del aire, los astros y todos los demás que nos rodean, tan directamente como conocemos los diversos oficios de nuestros artesanos ... seríamos dueños y señores de la naturaleza.”
Los principios en los que se basó esta Revolución Científica fueron los siguientes:
· investigación a través de un método (observación, experimentación, razonamiento)
· la naturaleza está sometida a leyes.
· Todo debe ser sometido al razonamiento. La autoridad (política y religiosa) no es fuente de verdad.
Copérnico (1473 –1543) – teoría heliocéntrica.
Galilei (1564-1642) – comienza a utilizar un método de investigación.
- perfeccionó el telescopio.
- realizó actividades de observación vinculadas a la Astronomía y a la Fisca.
Newton (1642-1727) – Realizó una interpretación mecanicista de los fenómenos físicos, elaborando leyes.
Descartes (1596-1650) – Consideraba que el Universo estaba regido por leyes.
- la duda como método.
- Separa el mundo espiritual del físico
“... la modelización matemática del mundo, basada en la relevancia otorgada a los procedimientos de cuantificación exacta y rigurosa de la nueva mentalidad mercantil, privilegió la comparación con un patrón externo y al proceso se le otorgó el pomposo nombre de ‘procedimiento objetivo’. Las nociones abstractas de tiempo y espacio se ‘naturalizaron’ merced a nuevos modos de representación y se volvieron objetivas para todos aquellos que no conocían su origen.”
(Najmanovich, “El lenguaje de los vínculos”. p. 46)
“Desde el punto de vista social se impuso una confianza ilimitada en los poderes de la razón y en que la ciencia impulsaría el progreso permanente, si los seres humanos se mostraran capaces de dominar sus sentimientos y disciplinar su accionar detrás de los dictados de la razón. A su vez, el hombre se pensaba radicalmente separado de la naturaleza: observador y observado eran términos rigurosamente separados. En un universo domesticado de esencias estables, de procesos reversibles, de leyes universales, reglado y predictible en el que el hombre se concebía separado de la naturaleza, se sentía ajeno, creía poder observar desde una perspectiva exterior independiente y arrancar al mundo-objeto sus secretos para dominarlo a su arbitrio, sólo un proyecto era posible : conocer para dominar.” (Najmanovich, El lenguaje de los vínculos. p. 53)
“Tras los grandes disturbios políticos y religiosos de los cien años anteriores, la segunda mitad del siglo XVII fue un período de relativa calma y creciente prosperidad. Constantemente hubo plagas y guerras, pero sorprendentemente, produjeron escaso efecto en el trabajo de los científicos. Las rivalidades nacionales no lo dificultaron seriamente, como tampoco impidieron su libertad de movimientos y de comunicación. Se trataba de una época de edificación consciente de la civilización -...- y los científicos fueron honrados y reconocidos como parte de una común república de las letras. Los gobiernos y las clases dominantes de los países avanzados tenían algunos intereses comunes en el comercio y la navegación, así como en las mejoras en la agricultura y las manufacturas. Ese interés constituyó la fuerza motriz para las conquistas culminantes de la tercera fase de la Revolución Científica ...”
(Bernal, John – Historia social de la ciencia. Tomo 1 – Ed. Península. Barcelona, 1967. p. 342)
“Descartes aplicó después el método de las ecuaciones matemáticas para demostrar que debía existir un mundo independiente de nuestros sentidos, y que este mundo debía asentarse en principios matemáticos. Su invención de las coordenadas multidimensionales (los ejes cartesianos utilizados en los gráficos y en las cartas de navegación) permitía describir la forma y la posición de cualquier objeto en términos matemáticos; asimismo, predijo que el movimiento también estaba sujeto a leyes de la física, que se podían codificar utilizando las matemáticas. Además de permitir describir el mundo en términos matemáticos, el trabajo de Descartes planteó la asombrosa posibilidad de que el comportamiento futuro del mundo pudiera anticiparse con precisión. Resultaba posible superar los azares de la naturaleza y, dado en determinado esfuerzo racional, todo podía encajarse en un inmenso engranaje universal. Causa y efecto resultaban del todo predecibles y estabas abiertos al análisis racional humano.
Mientras trabajaba en su yo solitario, que sólo sabe que existe porque piensa. Descartes situó la mente del individuo (por cierto, bastante separada del cuerpo humano en el que se encontraba contenida) en el centro de todo. El hombre, en su calidad de único ser racional, constituía la creación suprema de Dios, de manera que el individuo autocontemplativo de Montaigne se había convertido, a manos de Descartes, en el foco de la investigación humana. No existían fuerzas oscuras que dictaran el curso de su existencia; la vida humana consistía en una serie de acciones y consecuencias que la mente racional podía predecir y controlar.
Aunque todavía existía la posibilidad de afirmar que Dios había ordenado las leyes físicas que regían la naturaleza, el trabajo de Descartes significaba que el funcionamiento del mundo se parecía a un gigantesco y complicado engranaje de relojería. La metáfora no era accidental. El reloj ilustraba de un modo poderoso el ingenio humano y su superioridad sobre la naturaleza; al fin y al cabo, medía el tiempo con precisión, comparado con los caprichos estacionales del reloj del sol, y podía perfeccionarse mucho más. Este tipo de pensamiento matemático y mecánico se podía trasladar a otros aspectos de la vida. El dinero, por ejemplo, consistía en un sistema numérico que permitía calcular el valor de un hombre y, a medida que la economía monetaria se extendía por toda Europa, las personas empezaron a pensar sí mismas como productores y compradores, como unidades económicas en lugar de seres espirituales. A la inversa, empezaron a perder su sentido de afecto espiritual y empatía hacia el mundo natural.” (Osborne - "Civilización” Ed. Crítica. pp.321, 322)
muy largo
ResponderEliminarhuy que babbosada
ResponderEliminarjajajaja.... no sean estúpidos:)
ResponderEliminarcállate Adriana!.!
ResponderEliminarhola
ResponderEliminarchupen el pico
ResponderEliminarEstamos en una crisis científica porque los actuales paradigmas no pueden explicar el 95% del Universo. Es hora de que se produzca una revolución científica, es hora de que escuchemos y analicemos las nuevas teorías y que tratemos de encontrar respuestas al 95% del Universo Oscuro. Si quieres conocer una nueva teoría que explica los actuales misterios de la ciencia, solicítala gratuitamente a: martinjaramilloperez@gmail.com
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