lunes, 8 de noviembre de 2010

El liberalismo del siglo XIX.

“Después de la caída del Imperio napoleónico y por los siguientes cien años, el mundo occidental se encontró dividido entre dos tendencias políticas opuestas: el conservadurismo, defensor del Antiguo régimen, y el liberalismo que, basado en las ideas ilustradas, fue concretado y consolidado gracias al avance político que significaron las revoluciones norteamericanas y francesa. Aunque esta última no había cristalizado las propuestas de libertad, sino incluso había acabado por imponer la monarquía autoritaria y los privilegios nobiliarios, sus ideas habían quedado arraigadas en la conciencia europea, sobre todo entre las clases medias ilustradas.
El nacionalismo –en ese momento en contra del Antiguo régimen debido a que los pueblos tomaban conciencia de sí mismos frente al absolutismo monárquico- había sido impulsado por las guerras napoleónicas, particularmente en los países que sufrieron la invasión de las fuerzas francesas. Por ello, se explica que el deseo de libertad se mezclara con el nacionalismo y que éste impulsara, a su vez, los movimientos revolucionarios liberales.
El conservadurismo se manifestó en los esfuerzos de las monarquías europeas por volver al pasado anterior a la Revolución francesa, cuando los reyes tenían el dominio absoluto en la vida de sus pueblos. Una serie de pensadores pugnó por la supresión definitiva de las constituciones, y por restaurar el poder ilimitado de los monarcas con base en el derecho divino. Los Estados absolutistas se apoyaron en la religión para crear una alianza, sin reconocer que en la Europa de la Edad Moderna la religión no había sido en algún momento base de unión internacional. Así expresado, el conservadurismo cristalizó en el fenómeno político conocido como Restauración.
El liberalismo, en cambio, era el nuevo orden de ideas que se empezaba a formalizar en el contexto de los sucesos ocurridos entre fines del siglo XVIII y principios del XIX.
Liberalismo
El liberalismo es una corriente filosófica política orientada hacia la libertad del individuo; se opone a cualquier forma de despotismo y en la doctrina en la que se fundamentan el gobierno representativo y la democracia parlamentaria. Sus características esenciales son:
· El individualismo, que considera a la persona humana individual como primordial, por encima de todo aspecto social o colectivo.
· La libertad como un derecho inviolable que se refiere a diversos aspectos, libertad de pensamiento, de expresión, de asociación, de prensa, etc., cuyo único límite consiste en la libertad de los demás, y que debe constituir una garantía frente a la intromisión del gobierno en la vida de los individuos.
· La igualdad entre los hombres, entendida únicamente en lo que se refiere a los campos jurídico y político. Es decir, para el liberalismo, todos los ciudadanos son iguales ante la ley y para el Estado, pero esto no significa que exista igualdad de clase social o de posición económica entre los seres humanos.
· El respeto a la propiedad privada como fuente de desarrollo individual, y como derecho inobjetable que debe ser salvaguardado por la ley y protegido por el Estado.


El liberalismo se fundamenta principalmente en la filosofía de Locke, de Montesquieu y de Rousseau, en tanto se opone a la creencia en el derecho divino de los reyes.
(...)
Las constituciones políticas creadas por estadounidenses y franceses como resultado de sus movimientos libertarios constituyeron, para muchos pueblos del mundo sometidos a monarquías absolutistas, la experiencia inmediata que demostraba, mediante hechos reales, la posibilidad de construir un nuevo modelo de sociedad civil respaldada en los principios del liberalismo; en la misma Europa, al igual que en otras regiones del mundo, el siglo XIX estuvo marcado por movimientos revolucionarios promovidos por liberales que buscaban el cambio político democrático y se valían de las armas para luchar en contra de los conservadores que trataban de evitarlo.
En Francia, el principal exponente del liberalismo durante la primera mitad del siglo XIX fue Benjamín Constant (1767-1830), quien definió la libertad como el pacífico goce de la independencia privada, y expuso una teoría del gobierno representativo con clara influencia del sistema político inglés: responsabilidad ministerial, poder legislativo ejercido por dos cámaras, defensa de las libertades locales y de la libertad religiosa. El Estado debe reducir su papel económico a salvaguardar la propiedad. La propiedad privada, dice Constant, es la única que proporciona el ocio indispensable para la adquisición de las luces y la rectitud del juicio, por consiguiente, sólo ella hace a los hombres capaces del ejercicio de los derechos políticos. Más tarde, Alexis de Tocqueville (1803-1859) alertaba sobre los excesos del individualismo y la democracia, y se inclinaba por una libertad moderada, regular, contenida por las creencias, las costumbres y las leyes.
En Gran Bretaña, el país más altamente industrializado del mundo y con una larga tradición de desarrollo político, el liberalismo estaba representado principalmente por Jeremy Bentham (1748-1832), quien propuso el utilitarismo como un medio para emprender las reformas sociales, con base en el principio de procurar la mayor felicidad para el mayor número de personas, James Mill (1773-1836), continuador de la obra de Bentham, publicó en 1830 un Ensayo sobre el gobierno, donde relaciona la doctrina del gobierno representativo con el principio utilitarista, bajo la idea de que la función del gobierno se debe limitar a asegurar los medios necesarios para que cada individuo pueda satisfacer, sin trabas, su interés personal. Por último, John Stuart Mill (1806-1873), hijo de James Mill, proponía un liberalismo democrático más avanzado, en el que se apartaba un tanto del enfoque individualista y manifestaba preocupación por el bienestar de la sociedad civil como un todo.”
(Delgado, Gloria – Historia Universal. Ed. Pearson, México, 2001. pp. 112, 113, 114)

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